Ayotzinapa

La teoría del guion y el caso Ayotzinapa

Desmontada la mentira por el GIEI, el siguiente paso será desentrañar el motivo por el cual se fabricó el guion de ficción y, todavía más importante, determinar quiénes, desde el más alto nivel del Estado mexicano, ordenaron, orquestaron y promovieron el relato apócrifo del caso.
lunes, 4 de abril de 2022 · 10:19

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–La fabricación de un crimen suele explicarse por la necesidad del autor para ocultar un delito mucho más grande. La investigación sobre el caso Ayotzinapa confirmaría este antiguo principio de las ciencias penales. Autoridades del más alto nivel manufacturaron un guion de ficción con el propósito, presumiblemente deliberado, de ocultar lo que realmente sucedió en Iguala, Guerrero, la noche del 26 al 27 de septiembre de 2014.

Esta es la línea argumental del tercer informe elaborado por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), presentado ante los medios de comunicación el lunes 28 de marzo.

En palabras de la jurista colombiana Ángela Buitrago: las autoridades ocultaron y negaron información para hacer creer que no conocían la situación de violencia existente en la zona, así como la detención y desaparición de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa.

La evidencia presentada por el GIEI sugiere que el guion ficcioso, conocido popularmente como “la verdad histórica”, fue redactado antes de que la investigación formal comenzara a proporcionar evidencia sobre el paradero de los normalistas.

Para estos expertos, tanto los testimonios logrados como las pruebas recabadas habrían tenido como única finalidad volver verosímil una historia falsa.

Hay constancia robusta de que los presuntos implicados fueron coaccionados para promover el relato fabricado y también las hay de que las piezas de evidencia forense, encontradas principalmente en el basurero de Cocula y en el río San Juan, fueron un mero decorado de la maquinación.

Tres habrían sido los momentos de esta gran farsa: primero se escribió el relato, luego se hizo un casting y se eligió a quienes serían los personajes dentro de la trama; posteriormente, a esas personas se les detuvo con escándalo y se les obligó mediante tortura física y psicológica a narrar las líneas que antes hubiesen sido redactadas por la autoridad mentirosa.

Más tarde se fabricó y sembró evidencia que confirmaría los hechos relacionados dentro del falso relato. Una vez armado el paquete, como una serie de televisión se entregó a la opinión pública para conseguir la mayor legitimidad posible y, a partir de ella, se presentaron las acusaciones ante los jueces, quienes en un principio encontraron dificultad para juzgar sobre un caso que mediáticamente ya estaba juzgado.

El expediente Ayotzinapa está lejos de ser único. Entre otros que también han logrado popularidad están los casos Cassez-Vallarta y Wallace. Todos tienen en común la actuación estelar de la Procuraduría General de la República (PGR), ahora convertida en Fiscalía General. Destaca también que prácticamente los mismos funcionarios de esa dependencia hayan participado en la investigación y judicialización de los tres casos.

Dos directores de escena recurrentes fueron Rodrigo Archundia Barrientos, actual fiscal antisecuestro del Estado de México, y Jorge Rosas García, extitular de la antigua SIEDO.

Según el relato de ficción sobre Ayot­zinapa –elevado a rango de “verdad histórica”–, un grupo de estudiantes de la normal Isidro Burgos tenía como intención irrumpir en un evento organizado por María de los Ángeles Pineda, esposa del entonces presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca.

Ambos eran perfectos para el reparto, ya que ella tuvo familia vinculada al crimen organizado y él una fortuna que supuestamente obtuvo lavando dinero para su familia política.

Continúa la ficción: los jóvenes normalistas fueron secuestrados por la Policía Municipal y luego desaparecidos por sicarios de una banda conocida como Guerreros Unidos.

Estos sujetos malvados condujeron a la mayoría de las víctimas a una barranca en Cocula que servía como basurero y ahí los asesinaron para luego incinerarlos. Fin de la historia.

El problema de este guion es que, como el monstruo creado por el doctor Frankenstein, tiene costuras que se notan demasiado.

Entre las primeras, el GIEI denunció la falsedad de que los normalistas hubiesen sido incinerados en el vertedero clandestino de Cocula. Imágenes recién reveladas por este grupo de expertos –registradas por un dron perteneciente a la Secretaría de Marina– obligan a reconocer la manipulación de la escena del crimen ocurrida durante la jornada del 27 de octubre de 2014.

Desde las seis de la mañana hubo personal de la Marina maniobrando, luego se habrían sumado a esa tarea agentes de las policías local y federal. Más de 40 personas vulneraron la escena del crimen antes de que llegara el equipo forense para precintar el lugar. El colmo del desaseo fue el aterrizaje de un helicóptero del gobierno –en el corazón de la barranca–, cuyas aspas levantaron un torbellino de basura, evidencia y polvo.

El primer funcionario de alto nivel que llegó al sitio, hacia las 11 de la mañana, fue Rodrigo Archundia, experto consumado de la PGR en escenografía criminal; tras él, una caravana de burócratas montados en vehículos, todos de utilería, se dispusieron para el retrato de la prensa.

Este montaje es muy parecido al que en su día mostró a Florence Cassez e Israel Vallarta como líderes de una banda de secuestradores, o al que la señora Isabel Miranda Torres fabricó con sus espectaculares en las principales calles de la ciudad capital, sentenciando como culpables a personas que ni siquiera habían sido vinculadas a proceso.

La segunda escena del falso relato de Ayotzinapa se filmó en el río San Juan, donde supuestamente se hallaron los restos de Alexander Mora. Afirma el GIEI que todo en ese otro operativo fue igualmente inventado, desde las actas ministeriales hasta el hallazgo de los restos óseos.

Desmontada la mentira por el GIEI, el siguiente paso será desentrañar el motivo por el cual se fabricó el guion de ficción y, todavía más importante, determinar quiénes, desde el más alto nivel del Estado mexicano, ordenaron, orquestaron y promovieron el relato apócrifo del caso Ayotzinapa.

Quizá sólo después de recorrer ese penoso camino podrá conocerse el paradero de los estudiantes. Como pista posible a seguir estaría averiguar quién entregó a los funcionarios de la PGR los restos de Alexander Mora que luego fueron sembrados en el río San Juan. En ese evento concreto podría haber respuestas fundamentales. 

Análisis publicado el 3 de abril en la edición 2370 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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