Estro Armónico

¿Músicas independentistas? (y II)

Nos corresponde hablar de la ambiciosa obra melodramática con la que se enmarcó, en aquel 27 de septiembre de 1821, la ceremonia donde se juró solemnemente la Independencia patria.
domingo, 10 de octubre de 2021 · 13:44

En el texto pasado logramos consignar, después de una breve contextualización histórica, la letra del himno para la entrada de Agustín de Iturbide con el Ejército Trigarante a la Ciudad de México, cuya música está lamentablemente perdida; sin embargo, eso no le resta preeminencia como emblema primigenio de los cantos independentistas.

Y ahora, en estricto orden cronológico, nos corresponde hablar de la ambiciosa obra melodramática con la que se enmarcó, en aquel 27 de septiembre de 1821, la ceremonia donde se juró solemnemente la Independencia patria. La puesta en escena, anhelada pero convulsa,1 avino en el Teatro Principal o Teatro de Mejico2 y los artífices fueron el poeta Francisco Ortega –el mismo que coligió el himno a las tropas Trigarantes– y el compositor José María Bustamante (1777-1861), quien ya había sufrido un encarcelamiento por su insurgencia. Lo relevante es que la obra debe considerarse como la prima ópera de la nación “independiente”; y su título lo dice todo: Melodrama heroico en un acto, Méjico Libre. Pero una vez más, la incuria impidió que llegara hasta nosotros la partitura de Bustamente, sobreviviendo únicamente la composición poética de Ortega.

Concebido para distribuir los parlamentos para ser cantado entre 10 entidades abstractas, deidades paganas y el coro de “mejicanos”, el libreto estipula a América, Marte, Palas, Mercurio, El Despotismo, La Discordia, El Fanatismo, La Libertad y La Ignorancia. Por su innegable importancia histórica, es obligada la lectura mínima de las personificaciones:

América: A Hidalgo, a Matamoros y a Morelos,/ que en heroicos afanes y desvelos,/ de la nación hispana,/ no ya hija servil me proclamaban/ sino amiga y hermana./ ¡Honor, honor eterno/ a su memoria cual la miel sabrosa!

Marte: A mí debes, América dichosa,/ tanta felicidad: a mí que vine/ a sacudir el sueño en que yacía/ la mejicana tierra/ con el trueno espantoso de la guerra.

Palas: Si no están de concierto/ las luces y el valor, se cansa en vano/ el pueblo que pretende/ transformarse de esclavo en soberano.

Mercurio: Vuestros ardientes votos se han cumplido/ hijos del Anáhuac. Ved en dulce lazo/ la Libertad y América estrechadas:/ ved cómo se dan el suspirado abrazo.

Coro: Descended, monstruos odiosos,/ del abismo al hondo seno:/ no turbéis un día lleno/ de pura gloria y placer.

Despotismo: Mi gloria ocupa la extensión del mundo:/ pues no hay nación alguna/ que a mi yugo no se haya sujetado/ y ofrecídome víctimas sin cuento.

Ignorancia: La misma he sido en Méjico, la misma/ que en el Japón, en China y en Turquía:/ y en aquestas regiones/ ¿he desmayado acaso?

Fanatismo: Yo pasé por un dios del cielo enviado:/supe mudar mil formas y semblantes/ y tomar a mi grado/ de esta virtud o aquella el sacro velo.

Libertad: Pues no hay poder bastante/ a subyugar a un pueblo que ha jurado/ su unión y libertad, y las defiende,/ con justicia, valor y acero armado.

Coro: ¡Vivan el héroe y los caudillos/ del ejército valiente!/ ¡Viva, viva eternamente/ nuestra amada libertad!

Hemos de desplazarnos unos meses más

–hasta el 21 de julio de 1822– para tener certeza del siguiente ejemplo musical ligado con la pretendida emancipación del coloniaje; esto es, el tiempo infausto donde, no obstante la inconformidad del Congreso, Agustín I de Iturbide se inviste aviesamente como el Primer Emperador mejicano. Su entronización, fatua y desvergonzada, aviene en Catedral y para enmarcarla sonoramente se entona un riguroso Te Deum, a la usanza de los Reyes de las Cortes europeas… Aunque desconocemos la autoría específica de la partitura –numerosos compositores afamados han musicalizado los versos en latín del Te Deum desde el siglo XVI–, lo más probable es que haya sido una versión hispana como la del maestro de capilla de la Catedral de Ávila Tomás Luis de Victoria (1548-1611), ya que era la que estaba más en boga en las ceremonias religiosas de la Madre Patria (¡muy a propósito del “distanciamiento” que los mejicanos querían demostrar con respecto a la dependencia hacia todo lo ibérico…!).3

De cualquier manera, para las ínfulas del nobel emperador, la leyenda le calza a la perfección, es decir, es un himno que, al parecer, proviene del momento en que San Agustín de Hipona recibe, en el año 387, el bautismo de manos de San Ambrosio. Este último, instigado por el Espíritu Santo, improvisó el himno y el bautizado respondió creativamente a sus versos (¿podemos dudar, si es que el general Iturbide supo algo de su génesis, que también él se creyó ungido por el Espíritu Santo?).4

Alrededor de 1823, sin que dispongamos de una fecha exacta, surge la creación de la relevante Pieza histórica sobre la Independencia de la Nación Mejicana, una obra para piano y voces solistas cuyo rescate avino recientemente gracias a la fructífera labor detectivesca de la musicóloga argentina –nuevamente lo nacional vuelve a brillar por su empeño– Lidia Guerberof Hahn, quien descubre la partitura en Madrid. La Pieza histórica, firmada por el celebrado José Antonio Gómez (1805-1876), relata magistralmente el devenir y los sentimientos que se suscitaron con el movimiento independentista. Gómez, quien además de haber sido un niño prodigio que desde los cinco años había dado pruebas inequívocas de talento musical, fundará en la década siguiente un Conservatorio patrio –que fenecerá por la consabida falta de apoyos– y será uno de los jueces, en 1854, que dictaminan la victoria del Himno Nacional a cargo del catalán –¡Qué viva, una vez más, el reconocimiento para lo hecho en Méjico por los naturales!– Jaime Nunó (1824-1908), propone un mosaico sonoro donde conjuga la recitación con lo canoro, ilustrando los pasajes más significativos de la gesta. Naturalmente, el tono apologético es manifiesto. Leamos los versos del coro conclusivo:

Llegó ya el claro día de honor y de Victoria/ Que en Himnos de la Gloria la/ Historia hará inmortal./ Subieron nuestras quejas doblando/ el céfiro alas/ Y en siete lunas Palas rompió el/ yugo fatal.//

Ya libre de cadenas el Águila/ triunfante/ De un vuelo en un instante al Sol/ Obscureció/ Sus frentes humillaron los montes/ más erguidos/ Y el león con sus rugidos el Polo/ estremeció.//

Disfruta ya la Paz que te concede el/ cielo/ Y logra del consuelo de verte en/ libertad./ Al orgullo español abate tu poder/ Y llena de placer venció tu/ heroicidad.//

Tus sienes adornó el lauro vencedor/ Y Marte ya en tu honor se rinde a/ tu poder./ De Febo nueva luz brilló en este/ hemisferio/ Y ya tu vasto suelo eterno habrá de/ ser.5

Para cerrar lo concerniente al fugaz reinado de Agustín I, escribamos únicamente que abdicó ocho meses después de ascender al solio supremo, exiliándose en Italia. ¿La causa? Amén de su incapacidad para contener a su ego desbordado, la feroz asonada que organiza el masón Antonio López de Santa Anna. Hay un Plan de por medio, y después, ya en su ausencia, el Congreso lo declara traidor y decreta su ejecución. Con previsible ofuscamiento, Iturbide aguanta poco tiempo sin su corte de lambiscones e ignora la orden del Congreso, decidiendo regresar a la patria –había partido con esposa, ocho hijos y 19 sirvientes, más una pensión de 25 mil pesos mensuales–, ya que tenía noticias de una acción de reconquista del gobierno español... Desembarca en el recién instituido estado de Tamaulipas, donde es llevado al patíbulo el 19 de julio de 1824.

Cual corolario de este recuento, asentemos que los intentos de reconquista por parte de la Madre Patria fueron una amenaza constante y que, de facto, el último bastión de la resistencia hispana cae hasta el 23 de noviembre de1825, al perder su posesión defensiva en Fortaleza de San Juan de Ulúa. En realidad, esa la fecha que habría de celebrarse en este anticipado bicentenario, pero como es la norma patria, se vive, por decreto estatal, alabando las quimeras de una hipotética soberanía… Veamos, por ejemplo, el manejo de algo tan trivial como la economía en manos de los bancos Santander y BBVA… etcétera…  

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1 El Teatro estaba en un estado ruinoso dada la falta de mantenimiento que se verificó a lo largo de la contienda bélica y las arcas del Estado estaban vacías, complicando los pagos justos de los artistas.

2 No era otro, con el nombre cambiado, que el Coliseo Nuevo que se situaba en la actual calle de Bolívar.

3 Se sugiere su escucha. Pulse el código QR o acceda al sitio: https://youtu.be/byT1awKhw2Q

4 Su entronización fue lograda merced a una votación en la que 67 diputados se inclinaron por el “Si” y 17 por el “No”. El 21 de mayo Iturbide juró ante ellos, invocando a Dios y los santos evangelios, que defendería la religión católica. El 17 de junio, el reverente “Agustín, por la Divina Providencia y por el Congreso de la Nación primer emperador constitucional de México”, decidió que en todas las iglesias se hicieran rogativas públicas por tres días en los que no habría ninguna diversión ni espectáculo profano. A propósito, explicó, que lo hacía así porque estaba convencido de la necesidad “de recurrir al cielo”, para que el Todopoderoso le prestara los auxilios y luces para gobernar felizmente. De ahí se procedió a la coronación.

5 Para la audición de varios fragmentos de la obra, pulse también, los códigos QR impresos.

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